Los hijos inútiles de la clase dominante española acaban en la cultura

Mi historia favorita sobre Montero Glez (Madrid, 1965) tiene que ver con Twitter. Es solo una anécdota, pero creo que define al personaje. Puede resumirse así: cuando un señorito de izquierdas le estuvo troleando en esa red social, en vez de contestarle con una ‘zasca’ demoledor, el escritor le pidió por privado su numero de teléfono para echarle la bronca de viva voz, remarcando que él era un trabajador y que todo lo que tenía lo había conseguido sin padrinos, con el sudor de su frente. El trol, un rentista madrileño con aires de radical, se quedó descolocado. Pidió disculpas de inmediato y aviso a su pandilla pedante que dejaran de molestar al literato. Resumiendo: vivimos bajo el dominio de Silicon Valley, pero Montero Glez sigue encarando sus conflictos como en el parque del barrio.

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