En el sur hubo un niño que se crió con una familia muy cercana de tíos, primos y abuelos. La Argentina convulsa de los años 70. El exilio a España en 1976 destruyó ese mundo, que nunca pudo recomponerse. A esos amores ya no se puede volver, pero sí se puede soñar con ellos y volverlos a la vida en la memoria inventada de la nostalgia, la —a veces— reaccionaria nostalgia. Hubo un amor que ahora es imposible, el de mis abuelos, que fallecieron en los primeros años de nuestro exilio en España. Cada brizna de hierba, cada trozo de lecaj (torta de miel), cada compota de manzana, lleva el susurro de sus gestos, de sus ademanes ídishes, de su dulzura y de su presencia. Somos hijos del exilio permanente, pertenecemos a un pueblo que ha tenido que huir una y otra vez y esa patria exiliada es un destino. Un destino de amores nuevos y de nuevos paisajes que ahora he construido con mi mujer y mis hijos; un destino donde están todos los mundos, el mundo.
Entrevista en Revista Mercurio. Seguir leyendo…
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